lunes, 24 de septiembre de 2007

Beirut "The Flying Club Cup"


El nuevo disco de Zach Condon (a.k.a Beirut) se titula “The Flying Club Cup”, disco que está profundamente influenciado por la cultura francesa y sus derivados. Para aquellos que aún no dan con este multifacético personaje podemos refrescarles ciertos aspectos interesantes de su vida. Lo que sabemos con certeza es lo que ha ocurrido con Zach Condon desde que grabó su triunfal debut “The Gulag Orkestar”. Pasó de estar en su natal Alburqueque en Nuevo Mexico recopilando ideas y nuevos sonidos que venían influenciados profundamente por la música balcánica y la vida gitana, a estar radicalmente de un día para otro, envuelto en un mar de alabanzas y éxitos que bien podrían haber desmoronado la vida de este iluminado interprete.
Pero no fue así, la pulcritud de este joven y de su dinámica banda de apoyo demostraron que su música tiene ribetes únicos. De una fragilidad mágica, de una humanidad escalofriante y de una ejecución poco antes vista.
Entonces Zach Condon dio otro golpe de gracia. En su periplo por Francia recopiló ideas y sensaciones que se traspasaban a emotivas líneas melódicas y conjugaban sabiamente lo mejor de un viaje experimental con un largo recorrido sonoro. Dio forma a un disco altamente introspectivo, en donde paradójicamente sus canciones suenan profundamente universales y representativas, independiente del lugar del planeta en que uno se encuentre.
Avocándonos al disco en sí mismo se pueden rescatar cientos de aristas interesantes; desde la experimentación sonora que juega con los ya tradicionales instrumentos de Beirut (Mandolina, Acordeones, Trompetas, xilófonos, etc.), hasta las más completas canciones en un formato mucho más clásico, mejor trabajo y más elaborado. Es un disco más fácil de digerir y de apreciar en todo su esplendor, quizás sea porque nos enfrentamos de lleno a una obra que esperábamos con ansias. Se respira una actitud llena de optimismo y resguardo desde el llamado a la unión que provoca “A call to Arms”, pero de inmediato nos vemos sumergidos en la eterna nostalgia que transmite Zach Condon al hilar frase tras frase, melodía tras melodía, en la preciosa “Nantes”. Siguiendo con “Sunday Smile” y “Le Banlieu”, dos piezas sumamente emotivas y llenas de vida propia. Funcionan como eternos lamentos y llamados urgentes por encontrar nuevamente la luz en el camino de los recuerdos, para poder al fin hacer más palpable nuestra propia realidad.
La introducción instrumental de “Cliquot” da paso a la poderosa “The Penalty”; una larga marcha silenciosa que descansa sobre unos sobresalientes violines llenos de belleza y perfecta armonía. Posteriormente la mandolina característica de Beirut se hace presente y nos regala “Forks and Knifes”, esta canción da paso a una de las más trabajadas y mejor ejecutadas canciones que alguna vez haya mostrado Beirut; “In the Mausoleum”. Llena de luz propia, esta insuperable obra funciona como un gran abanico de distintos colores y sensaciones que llevan inevitablemente a no querer terminar más con tanta dicha sonora y nos reafirma porque este disco esta dentro de lo mejor del año.
Como a esta altura las palabras comienzan a sobrar y derechamente cualquier intento por tratar de explicar la sublime belleza de este disco resulta completamente en vano, no nos queda más que escuchar y tratar de descifrar en que parte del mundo Beirut esta planeando su próximo golpe de gracia. Lo más soñadores se pueden unir a nuestro club y esperar que Zach Condon visite Sudamérica y se empape de cultura y estímulos que bordeen la locura, quizás ahí se decida y siente raíces para comenzar un nuevo álbum, que en esta ocasión, reúna lo mejor de nuestros lados.